Encender una varita de incienso puede parecer un ritual inocente, casi sagrado. Su humo perfumado llena los espacios de calma, espiritualidad y buena vibra. Pero detrás de ese aroma místico, estudios recientes alertan: respirar incienso a diario puede ser tan dañino como fumar cigarrillos. Sí, ese mismo gesto que asociamos con la relajación puede estar intoxicando silenciosamente tu cuerpo.
El incienso se ha utilizado por siglos en ceremonias religiosas, prácticas espirituales y hasta en spas. Sin embargo, investigadores del South China University of Technology y otras universidades asiáticas han revelado que la quema prolongada de incienso emite partículas ultrafinas y compuestos orgánicos volátiles (COVs) que pueden causar inflamación, mutaciones celulares e incluso cáncer.
Un estudio comparativo expuso que el humo del incienso contiene más compuestos tóxicos que el del cigarro, incluyendo hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAPs), conocidos por ser cancerígenos.
¿Qué pasa en tu cuerpo?
Al inhalar el humo del incienso, estás exponiendo tus pulmones a sustancias que:
Pueden irritar las vías respiratorias.
Alteran las células pulmonares.
Provocan estrés oxidativo.
Contribuyen al desarrollo de enfermedades respiratorias crónicas.
Los niños, ancianos y personas con asma son especialmente vulnerables. Algunos estudios también lo vinculan con problemas cardiovasculares y mayor riesgo de leucemia infantil, en espacios donde se quema incienso con frecuencia.
¿Y entonces, qué hacemos?
No se trata de satanizar el incienso, sino de usarlo con conciencia. Si decides encender uno:
-Ventila bien el espacio.
-No lo enciendas cerca de niños o personas con problemas respiratorios.
-Limita su uso a ocasiones puntuales, no como un hábito diario.
Existen alternativas menos dañinas como difusores de aceites esenciales o velas sin parafina.
El incienso puede ofrecer bienestar espiritual, pero no debe convertirse en una amenaza silenciosa para tu salud. Así como hoy reconocemos los daños del cigarrillo, también es momento de mirar con nuevos ojos otras formas de contaminación doméstica que, aunque sutiles, pueden ser igual de letales. Porque el humo, por muy aromático que sea, siempre deja secuelas.