Luego de la clausura de la “Fundación” Catolina en Arraiján y Campo Limberg, donde decenas de gatos y perros fueron hallados en condiciones cuestionables, su representante Carolina Rojas, colombiana que vive en Panamá hace 18 años rompió el silencio tras salir de prisión, dice que todo se trata de un ataque personal que inició tiempo atrás.
En una entrevista exclusiva con Mi Diario, aseguró que nunca sufrió del llamado “síndrome del Arca de Noé” —una obsesión por acumular animales sin poder controlarlos—, relató el duro paso por la cárcel, reafirmó su intención de continuar con la labor de rescate y confirmó que está dispuesta a recibir atención psicológica.
El escándalo de Catolina estremeció a Panamá con imágenes duras de procesar, animales sin pelo, sin ojos, en condición de caquexia y con enfermedades graves como sida felino, leucemia, micoplasma hemogénico y toxoplasmosis.
Carolina explicó que muchas de estas enfermedades son comunes en animales rescatados de la calle y que todos los animales recibieron medicación, seguimiento y desparasitación.
Detalló casos particulares como un gato con la lengua afuera, gatitos sin ojos y otros en tratamiento, demostrando que cada caso estaba documentado y controlado por veterinarios externos de confianza.
La Policía Ambiental, junto al Ministerio Público, MiAmbiente, el MINSA y activistas del movimiento MOCA Panamá, rescataron 216 gatos y 26 perros de albergues en Arraiján y Juan Díaz. Ambos pertenecen a la Fundación Catolina, acusada de mantener animales enfermos, flacos y en jaulas insalubres.

Pese al escenario, Rojas defendió su labor y explicó que la situación se desbordó por factores externos: “Empezamos muy bien, había agua y todo, pero con la construcción de la línea del metro la llegada de agua empezó a fallar. El IDAAN rompió un tubo y la bomba dejó de funcionar. Intentamos colocar bombas, pero era intermitente. No pude controlar eso, y los animales se vieron afectados. Aclaro que tengo legalmente los paleles para ejercer como fundación”, detalló y explicó que al lugar no entra el camión de la basura por lo que recogían todo en bolsas negras para luego bajarlas.
También reveló que durante el allanamiento sus pertenencias fueron dañadas o robadas, incluyendo aire acondicionado, lavadora y materiales para ampliar el albergue, y afirmó que todo forma parte de una persecución que venía de tiempo atrás.
Durante su detención, Carolina sufrió duras condiciones en la cárcel: dormía en el piso de una celda sola, rodeada de ratas y cucarachas, mientras pensaba constantemente en los animales y sus tratamientos.
“Fue un proceso traumático. Los gatos estaban medicados y desparasitados. Algunos tenían micoplasma, sida felino o leucemia, pero eso es normal en rescates de la calle. Yo tengo los expedientes clínicos y convenios con veterinarios que nos apoyaban. No eran animales abandonados a la suerte”, relató entre lágrimas.
Sobre las acusaciones de maltrato y rituales satánicos, aclaró que se trató de malentendidos: linternas por falta de luz y gritos para llamar a los animales fueron interpretados fuera de contexto. También negó padecer el “síndrome del Arca de Noé”, explicando que no lo sufría porque los animales eran dados en adopción y tratados con medicación adecuada.
La fundadora destacó que todos los gatos y perros recibieron atención veterinaria y pidió a la ciudadanía no juzgar sin conocer los hechos. Reiteró su compromiso: “Mi prioridad siempre serán los animales. Voy a continuar con el rescate, porque ellos dependen de nuestra ayuda”, afirmó.
Actualmente sigue su proceso legal, reportándose quincenalmente ante las autoridades, pero insiste en que la solidaridad y el bienestar de los animales deben estar por encima de juicios y persecuciones:
“Aprendí que señalar sin preguntar pone en riesgo a los animales. Las donaciones eran mínimas, casi todo salía de mi salario. No me lucro de los animales, al contrario, me han costado todo. Si algo debo pedir es ayuda, no odio”, concluyó.
El caso continúa bajo investigación y la fundación Catolina permanece clausurada.




