Hoy se cumplen 11 años de la muerte de Gabriel García Márquez, el icónico escritor colombiano que cambió para siempre la literatura universal. Conocido como el gran maestro del realismo mágico, “Gabo”, como cariñosamente lo llamaban, dejó una huella indeleble en las letras latinoamericanas y en la forma en que el mundo percibe a América Latina.
Autor de obras inolvidables como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada, García Márquez no solo fue un narrador extraordinario, sino también un agudo periodista, guionista de cine, pensador político y eterno observador de las realidades sociales de su tiempo. Su capacidad de entrelazar lo fantástico con lo cotidiano no solo definió un estilo literario, sino que también ofreció una nueva manera de contar las historias del continente.
García Márquez falleció el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México, a los 87 años, dejando tras de sí un legado monumental. En vida recibió múltiples reconocimientos, entre ellos el Premio Nobel de Literatura en 1982, pero su verdadera trascendencia radica en la manera en que sus palabras siguen acompañando a lectores de todas las generaciones.
A lo largo de estos 11 años, su obra ha seguido inspirando a escritores, cineastas, periodistas y artistas. Su influencia se deja ver no solo en las bibliotecas del mundo, sino también en las aulas, los festivales literarios y las conversaciones sobre la identidad latinoamericana.
Además de su prolífica carrera literaria, García Márquez fue un férreo defensor de la libertad de expresión y un apasionado del periodismo, al que consideraba “el mejor oficio del mundo”. Fundó escuelas y centros de formación para periodistas en América Latina, convencido de que contar bien las historias era una herramienta vital para la democracia.
Hoy, en este nuevo aniversario de su fallecimiento, se realizan homenajes en Colombia, México y otros países, recordando al hombre que convirtió lo cotidiano en leyenda. Su legado permanece intacto, con la misma fuerza que tenía cuando describió por primera vez los cielos ardientes de Macondo.