En total, 1.359 colombianos han sido devueltos con órdenes finales de deportación, en medio de tensiones políticas que hoy sacuden la relación entre Bogotá y Washington.
Los vuelos, operados por la Fuerza Aeroespacial Colombiana, han llegado cargados de historias, equipajes forzosos y una gran cantidad de incertidumbre. Pero lo que más ha encendido el ambiente no es solo el número de deportados, sino el choque de versiones entre el presidente Gustavo Petro y la funcionaria estadounidense Kristi Noem, mano derecha en seguridad del presidente Donald Trump.
Petro vs. Noem: fuego cruzado
Todo explotó cuando Noem aseguró que Petro usó una reunión oficial para criticar a Trump durante 90 minutos. Según ella, el presidente colombiano también habría suavizado la imagen del temido grupo criminal Tren de Aragua, describiendo a algunos de sus miembros como “malentendidos” que “necesitaban más amor”.
Petro no se quedó callado:
“No es cierto que duré treinta minutos hablando contra Trump... Hablamos de lo que nos compete, no de los asuntos internos de Estados Unidos”.
Y dejó caer otra bomba política al sugerir que el lío podría tener que ver con la decisión de su gobierno de comprar aviones suecos Saab 39 Gripen, dejando por fuera a contratistas estadounidenses.
Los vuelos siguen llegando
A pesar del rifirrafe, la cooperación operativa en migración sigue andando. Según la Cancillería, el gobierno se ha encargado de garantizar atención social, psicológica y jurídica a los repatriados. Cerca del 20% de los deportados han requerido acompañamiento institucional, una tarea que lideran Migración Colombia, el Ministerio de Igualdad y la Alcaldía de Bogotá.
¿Qué pasa con los deportados?
El informe reveló que muchos llegan con heridas emocionales, procesos legales abiertos o necesidades básicas urgentes. Las autoridades aseguran que están brindando procesos de reintegración comunitaria, laboral y con enfoque de género y territorio, pero las quejas por falta de oportunidades siguen saliendo a flote.
Relación bilateral en la cuerda floja
La polémica con Noem añade presión a una relación diplomática que ya venía tensionada por decisiones de defensa, migración y declaraciones políticas. Sin embargo, el gobierno colombiano insiste en que mantendrá los canales abiertos con Washington para evitar una crisis mayor.
Por ahora, los vuelos siguen, las tensiones crecen y la historia entre Colombia y Estados Unidos entra en un nuevo capítulo de idas, venidas y roces peligrosos.