En una visita que ha desatado controversia internacional, el expresidente estadounidense Donald Trump sostuvo un encuentro “amistoso pero contundente” con su homólogo salvadoreño Nayib Bukele en la Casa Blanca, donde ambos afinaron detalles sobre una creciente colaboración en materia de migración, deportaciones y política penitenciaria.
Durante la charla con los medios en la Oficina Oval, ambos mandatarios rieron, se mostraron relajados y compartieron bromas. Pero detrás de la fachada distendida, el contenido fue todo menos ligero. Trump confirmó que Estados Unidos está comenzando a deportar migrantes venezolanos hacia El Salvador, específicamente a la megacárcel del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), bajo la aprobación del gobierno de Bukele.
“Nos están ayudando bastante”, dijo Trump, quien incluso insinuó que podrían enviar a ciudadanos estadounidenses a cumplir penas en esa misma prisión, aunque reconoció que necesitaría revisar ciertos aspectos legales antes de proceder.
Uno de los puntos más polémicos fue el del ciudadano Kilmar Ábrego García, residente de Maryland, padre de tres hijos, quien fue deportado a El Salvador por lo que la administración de Trump catalogó como un “error administrativo”. La fiscal general Pam Bondi dijo que ahora todo queda en manos del gobierno salvadoreño. Bukele, por su parte, fue tajante: “No tengo el poder de devolverlo, y no lo haré”.
Otros temas como la inclusión de personas transgénero en deportes, la política DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), la situación en Irán, los aranceles y el conflicto entre Rusia y Ucrania también formaron parte de la agenda.