El 17 de noviembre de 2012, Salvador Alvarenga, pescador salvadoreño de 36 años, partió desde la costa mexicana en una lancha de 7,6 metros, en un viaje de pesca que supuestamente tomaría 30 horas, acompañado de un joven llamado Ezequiel Córdoba.

Una tormenta cambió el rumbo de su vida.
El 18 de noviembre, una fuerte tormenta los emboscó en alta mar, a unos 120 km de la costa. Durante las primeras horas de la tormenta, Salvador Alvarenga intentaba mantener la calma y controlar la situación como capitán experimentado. Mientras maniobraba el bote para alinearlo con las olas, su joven acompañante, Ezequiel Córdoba, comenzó a desmoronarse, solo había salido por 50 dólares y no estaba preparado para el infierno en el que se encontraba, gritaba del miedo, y Alvarenga, aunque también al borde del colapso, intentaba sostener la situación.
Las olas no dejaban de golpear, el agua entraba sin control al bote, el motor falló y la radio dejó de funcionar. Córdoba, empapado, exhausto y con frío, empezó a vomitar y a llorar, aferrándose con ambas manos a la barandilla del bote. No quería seguir sacando agua del bote. Estaba completamente aterrado, convencido de que el bote se haría pedazos y los tiburones los devorarían.
Pronto, el motor dejó de funcionar, el GPS se dañó, y la radio también falló al poco tiempo. Alvarenga, frustrado, rompió el GPS y la radio y los lanzó al mar, dejándolos completamente incomunicados. Con el mal tiempo y sin medios de navegación, el viento los arrastró mar adentro, más allá de cualquier ruta de rescate.
Sin rumbo en medio del océano Pacifico
Así comenzó su pesadilla a la deriva, sin control sobre el rumbo ni forma de pedir ayuda. Solo tenían lo que llevaban en el bote y la esperanza de sobrevivir. Sin motor, GPS ni radio, y con el mar devorando su embarcación, quedaron a la deriva. Fue el primer momento donde ambos entendieron que estaban completamente solos en el océano, sin ayuda, sin control, y con una lucha por la vida que apenas comenzaba.
La tormenta duró cinco días.
Córdoba se quebró física y mentalmente. Alvarenga, veterano del mar, se enfocó en sobrevivir. Bebieron agua de lluvia, su propia orina y sangre de tortuga. Capturaban peces con las manos. Se alimentaban de aves crudas. Un pacto selló su amistad: quien sobreviviera, daría un último mensaje a la familia del otro.

Tras varios meses, Córdoba murió. Alvarenga con mucha tristeza lanzo a su compañero al mar y siguió solo durante 11 meses más, en medio de alucinaciones, pensamientos de pánico y suicidas, se aferro a su fe en Jesucristo. Vio 15 lunas llenas y recorrió más de 8,000 km en el Pacífico. Fue rechazado por 20 barcos portacontenedores. Cada uno lo empujaba al borde de la desesperación y la angustia.
Conoce una de las historias más extraordinarias de resistencia humana.
— El Renegado (@RenegadoRadio) April 9, 2025
José Salvador Alvarenga y Ezequiel Córdoba salieron a pescar tiburones en Costa Azul, México. Pero pasarían 438 días para poder volver a casa 👉🏻👉🏻https://t.co/MDeaV2JROp pic.twitter.com/uwsK9Ap7a3
Un día, vislumbró tierra.
Finalmente el 30 de enero de 2014, avistó tierra, el atolón Ébano, parte de las Islas Marshall. Nadó los últimos 10 metros hasta la playa.

Casi sin poder caminar, con el cuerpo cubierto de cicatrices, fue acogido por una pareja local.

Luego, la policía lo trasladó y su historia se volvió viral. Lo compararon con Tom Hanks en Náufrago (una famosa pelicula de los años 90).
Los médicos confirmaron su estado
Salvador Alvarenga, tenia anemia, parásitos y daño hepático. Su rescate fue noticia mundial. Lo acusaron de fraude, pero expertos, médicos y mapas validaron su odisea. En El Salvador, Alvarenga aún carga con la culpa de la muerte de su compañero. Cumplió su promesa, visitó a la madre de Córdoba en México. Aún hoy, lucha con traumas, miedo al agua y el peso de la culpa.

La familia de Córdova dice que no culpa a Alvarenga, quien ha alcanzado fama mundial gracias a su historia de supervivencia.

Alvarenga le dijo a la madre de Córdova que no podía arrojar el cuerpo de su hijo por la borda durante tres días, esperando contra toda esperanza que Córdova aún despertara.
Su historia es una de las más documentadas y sorprendentes de la historia moderna. Una prueba de que la voluntad de vivir puede superar incluso al océano.