Entre 1268 y 1271, la Iglesia católica vivió el cónclave más prolongado de su historia en la ciudad italiana de Viterbo. Tras la muerte del papa Clemente IV, el 29 de noviembre de 1268, el trono de San Pedro permaneció vacante durante 34 meses debido a intensas disputas políticas entre los cardenales electores.
El Colegio Cardenalicio se encontraba dividido principalmente entre dos facciones: los cardenales franceses, influenciados por Carlos de Anjou, y los italianos, que se oponían a la creciente influencia francesa en los asuntos eclesiásticos. Esta polarización impidió alcanzar el consenso necesario para elegir a un nuevo pontífice, prolongando el cónclave de manera inédita.
La desesperación de la población local ante la prolongada sede vacante llevó a medidas extremas. Los ciudadanos de Viterbo encerraron a los cardenales en el palacio episcopal, restringieron su alimentación a pan y agua, e incluso retiraron parte del techo del edificio para exponerlos a las inclemencias del tiempo, con la esperanza de acelerar la elección.
Finalmente, el 1 de septiembre de 1271, los cardenales eligieron como papa a Teobaldo Visconti, un archidiácono de Lieja que ni siquiera era cardenal en ese momento. Visconti aceptó el cargo y adoptó el nombre de Gregorio X. Este cónclave no solo es recordado por su duración, sino también por las condiciones extremas que enfrentaron los electores y por marcar un precedente en la historia de las elecciones papales.